Distinguir lo loco de lo patológico, según les militantes loques
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Cy MORGADO
En nuestra imaginación, cuando se trata de locura, lo patológico se arraiga. “El” loco se entiende como peligroso e impredecible, como anormalmente inteligente o completamente “estúpido”. “La” loca es histérica, “la” loca grita un montón de cosas que no tienen nada que ver con “la” realidad. El paradigma médico-psiquiátrico tiene el monopolio sobre los contornos de lo que es o no es la locura y sus manifestaciones. Según este último, lo patológico es una amenaza que hay que neutralizar, ya que se refiere, en términos generales, a todas las enfermedades y sufrimientos. La influencia que el paradigma médico-psiquiátrico ejerce sobre nuestro imaginario hace que fusionemos locura y patología: resulta difícil ver las locuras desde otro punto de vista que no sea el patológico.
Cuando alguien está aislade (fuera de los círculos de personas locas), se oye hablar de “bipolaridad”, “trastorno límite de la personalidad”, “esquizofrenia”. Se oyen palabras como “crisis delirante”, “crisis psicótica”, “crisis de ira”. Leemos el DSM pensando “es una fuente fiable”, ya que, en materia de locura, parece evidente que la única fuente válida de conocimiento es la de quienes se proclaman sanos de la mente. Confiamos plenamente en nuestros médicos psiquiatras porque saben de lo que hablan. Ya sé lo que piensan, pero ese no es el fondo de mi crítica, déjenme terminar. Como investigadore (por cierto, psiquiatrizade), no niego los efectos que un diagnóstico puede tener en nuestra salud psíquica y emocional. Debemos hacer de las palabras nuestras aliadas, las necesitamos. Sé por experiencia que es bueno poner palabras a las cosas, que son ellas las que nos guían hacia los cuidados adecuados. Sin hablar necesariamente de diagnóstico, poner las palabras adecuadas a nuestras experiencias puede ser en sí mismo una acción salvadora. Lo que critico es más bien el valor moral que se ha atribuido a estos diagnósticos, la forma en que pueden servir de arma a las personas que se consideran o se proclaman “cuerdas” contra las personas que se consideran o se proclaman locas. Para mí es importante establecer este marco porque, aunque soy crítica, sé ver los matices en los que podemos encontrar herramientas como personas locas. Cuando estamos loques, necesitamos de las palabras, pero no necesitamos la carga estigmatizante que encierran. Decía, pues, que solo vemos la locura a través de la visión que los psiquiatras tienen de lo patológico, y ahí está mi problema. Y creo que con ello perdemos algo valioso.
Se habla poco de la visión que las personas patologizadas tienen de lo patológico, y eso es lo que me gustaría hacer en este artículo. Es difícil concebir la locura desde otro ángulo que no sea el patológico, pero no es imposible: basta con educar nuestra mirada leyendo y escuchando los puntos de vista de las personas locas. Por eso me gustaría recurrir en este artículo al paradigma de la neurodiversidad, explorando así una visión que va más allá de la versión psiquiátrica de la locura. En primer lugar, explico por qué nos resulta tan difícil acceder a la visión de las personas locas (obviando el simple hecho de que no las escuchamos). A continuación, analizo en qué medida los fanzines constituyen un terreno de investigación, experimentación e intercambio para las comunidades locas y en qué medida estos son recursos valiosos para comprender qué es la locura según las personas afectadas. Por último, cuento cómo las activistas locas y los activistas locos han burlado la carga estigmatizante del término «patológico».
LAS INJUSTICIAS CUERDISTAS o ¿por qué nunca se escucha la visión del mundo que tienen las personas locas?
Antes de entrar en materia, me gustaría explicar por qué nos resulta difícil acceder a la visión que las personas locas tienen del mundo y, más concretamente, de sus locuras y de lo patológico. Hay un montón de razones por las que no escuchamos la locura. Tachar a alguien de loco es, ante todo, silenciarle. La locura fue en un principio el arma de los cuerdos, servía para desacreditar los discursos de aquellas personas a las que se tildaba de locas. Porque decir “está loco” equivale a reducir a polvo el sentido que la persona pone detrás de las palabras que emplea. El “loco” es un bárbaro en el sentido etimológico: es el “extranjero” que no se comprende y en el que se cristaliza ese sinsentido.
La producción y la circulación de visiones y conocimientos locos están, por tanto, gangrenadas por cuatro tipos principales de injusticias: la injusticia epistémica, la injusticia hermenéutica, la injusticia testimonial y la injusticia afectiva. Retomo los tres primeros conceptos de Miranda Fricker, investigadora en estudios del lenguaje y del conocimiento. También alimento mis reflexiones gracias a los trabajos que la investigadora PhebeAnn Wolframe, interesada en la depresión, ha aportado a los estudios sobre la locura (1). En mis propias palabras, diría que la injusticia epistémica puede definirse de la siguiente manera: la imposibilidad de las personas diagnosticadas con trastornos mentales de producir y alimentar de manera autónoma conocimientos sobre sus condiciones, trayectorias y experiencias. Yo definiría la injusticia hermenéutica como la pobreza del lenguaje ordinario (los signos y los símbolos) para designar y caracterizar las experiencias de las personas locas. Esta injusticia dificulta de hecho la interpretación de sus palabras, ya que estas y el uso que las locas hacen de ellas no remiten a la carga simbólica del lenguaje ordinario. La injusticia testimonial remite a la idea de que los discursos locos se categorizan como discursos indignos de confianza: creer a una persona loca es correr el riesgo de ser engañada o de “ creer en su delirio ”. Las personas locas no tienen derecho a la razón en lo que esta puede tener de construido: el discurso del loco siempre remite a su propia realidad, nunca a La realidad. Por último, añadiría que estas injusticias generan una injusticia afectiva: la carga de angustia y el sentimiento de injusticia constante que soportan los locos. Estas injusticias amenazan la calidad de vida de las personas locas y también la forma en que los percibimos, ya que sus propias visiones del mundo quedan aniquiladas por la visión homogeneizante de la psiquiatría.
El investigador portugués Boaventura de Sousa Santos utiliza el término «epistemocidio» para referirse a las consecuencias del dominio occidental sobre las culturas subalternas. Más concretamente, este concepto designa el proceso de destrucción y supresión de los conocimientos comunitarios, indígenas, subalternos y subterráneos. Dado que el paradigma médico-psiquiátrico está históricamente arraigado en la supremacía europea, blanca y occidental, este último está inevitablemente teñido de colonialismo y racismo. Parece justo que el concepto de epistemocidio descrito por Sousa Santos también pueda describir las consecuencias cuerdistas de las injusticias descritas. Estas injusticias, que a priori parecen referirse solo a casos ordinarios de cuerdismo, amenazan no solo los conocimientos locos, sino también la salud, la vida y la integridad de las personas locas. Veamos ahora por qué los fanzines constituyen un recurso esencial para las visiones locas del mundo.
REEQUILIBRIOS LOCOS o cómo las personas locas resisten escribiendo fanzines
Dado que existe injusticia, es necesario restablecer el equilibrio. En mi opinión, el fanzine es una herramienta para reapropiarse del discurso en los círculos alternativos: dado que los fanzines son soportes que escapan a los modos de edición tradicionales, no hay mediador entre lo que se escribe y lo que se publica. Fanzine es una palabra compuesta por “fan” y “magazine”, y desde los años veinte designa un medio para difundir una creación (un escrito, un póster, un folleto, un cuadernillo...) sobre un tema que apasiona a la persona que lo ha creado. Desde los años sesenta, esta práctica se convierte en una práctica política: los fanzines son un medio para informar, sensibilizar, comunicar y reivindicar fuera de los circuitos de comunicación tradicionales. A partir de los años sesenta, esta práctica se convierte en una práctica política: los fanzines son un medio para informar, sensibilizar, comunicar y reivindicar fuera de los circuitos de comunicación tradicionales. Hoy en día, los fanzines tienen múltiples funciones: son soportes de creaciones individuales o colectivas, son medios que permiten compartir experiencias, testimonios y consejos. Es uno de los medios de comunicación subterráneo que las comunidades alternativas han logrado apropiarse. También es un medio para que las personas aisladas formen una comunidad.
Uno de los primeros reequilibrios que observo es el lugar que las personas locas conceden a las palabras. Las palabras dan forma a los cuerpos, a las historias, a las trayectorias. Las palabras son pigmentos que tiñen nuestra imaginación. Las locas son conscientes del poder creador de las palabras, así como de su poder destructivo. El activista loco pticarus escribe, por ejemplo: “Seamos conscientes de ello o no, lanzamos hechizos con nuestras palabras” (2). Las palabras no pueden ser neutras, ya que cada vez que salen de nuestra vida psíquica, impactan en la realidad. Esta es una de las razones que, en mi opinión, explica la relación que algunos tienen con la escritura, los fanzines o la poesía. Escribir sobre uno mismo fue, en un principio, una forma de reequilibrar las injusticias mencionadas en la primera parte. Poder definirse a uno mismo es una forma de reapropiarse del lenguaje común, ya que este medicaliza las locuras, es decir, las percibe únicamente desde un punto de vista psiquiátrico y no sociopolítico. El interés de este reequilibrio es ver las locuras de otra manera que no sea a través de un prisma psicologizante. Este trabajo de reapropiación pasa por varias estrategias. En primer lugar, ampliar el campo léxico con nuevas denominaciones locas como: “los disidentes de lo real” (3), “los desquiciados de la serotonina” (4), “los atípicos psíquicos” (5). Algunos incluso reutilizan los diagnósticos del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) para definirse a sí mismos, con la idea de reducir la carga estigmatizante que encierran estos términos. Es la misma idea de dar la vuelta al estigma que las personas queer han operado con la palabra queer, que originalmente era un insulto destinado a estigmatizar a las personas extrañas. En Abya Yala, las palabras cuir o kuir se utilizan para distinguir la experiencia particular que las personas LGBTQIA+ de América del Sur tienen de su cuiridad. Describir de forma autónoma nuestras locuras no solo supone eludir el imaginario ordinario que se le ha asignado, sino también y sobre todo, evitar la homogeneización de la diversidad de nuestras experiencias locas. En este sentido, “la” locura remite al imaginario cuerdista, mientras que la expresión “las locuras” remite al conjunto de casos particulares de locura, comprendidos junto con otras trayectorias que se entrelazan con ellos (la experiencia del sexismo, el racismo, el capacitismo, la cis-heteronormatividad, entre otros).
Una segunda estrategia de reapropiación que identifiqué fue la autopublicación de fanzines, escritos, blogs y trabajos extravagantes. Cuando empecé a trabajar sobre el capacitismo hace ahora dos años, alimentaba mis trabajos con lo que encontraba en la página web CAIRN (6), un banco francés de artículos sobre ciencias humanas y sociales. Muy pronto me dí cuenta de que mis hallazgos eran decepcionantes: la mayoría de los trabajos estaban escritos y difundidos por personas que no tenían o tenían poca experiencia con la discapacidad. Más tarde, también quise trabajar sobre el cuerdismo. Así que empecé a alimentar mis trabajos con personas con discapacidad, locas y/o psiquiátrizadas. Una de las únicas formas que tenía de acceder a esas voces silenciadas y amordazadas eran los fanzines. Descubrí diferentes lugares físicos en Francia donde la gente los archivaba minuciosamente. Pienso especialmente en los archivos lésbicos y en el Fanzinarium de París. Entonces, un día, di con una mina de oro: Zinzinzine.net (07). Se trata de un sitio web que recopila fanzines, artículos, manifiestos y escritos de personas locas y/o psiquiátrizadas. Qué alegría ver todos estos escritos reunidos en un mismo lugar. Los blogs escritos por personas afectadas constituyen un medio de resistencia, ya que permiten transmitir mensajes que se consideran indignos de ser escuchados. En mi opinión, este tipo de recursos permiten burlar las trampas tendidas por los prejuicios y las injusticias cuerdistas que nos llevan a considerar que los locos no hablan. Todavía no he definido lo que entiendo por loco, pero si definimos este término desde la perspectiva cuerdista y médico-psiquiátrica, diría que una persona loca es alguien peligrosa, inútil, que vive en su realidad y a la que no vale la pena escuchar. Es alguien que está excluido de La realidad. También es alguien que inspira miedo (podríamos preguntarnos: ¿miedo a qué?). En el paradigma de la neurodiversidad, distingo dos formas de ser una persona loca: se puede ser loca y sufrir el cuerdismo sin ser consciente de ello, es decir, vivir una serie de sufrimientos y violencias cuya causa principal es el cuerdismo. Además, se puede ser una persona loca cuando se toma conciencia de no pertenecer a las normas de salud mental y se reivindica en un impulso militante, en nuestra vida cotidiana (en nuestra forma de vivir, sentir y percibir el mundo). En ambos casos, el lenguaje tiene una importancia primordial, ya que influye en la forma en que nos percibimos en este tablero social. La investigadora y activista (8) Asun Pié Balaguer escribe en el artículo “La verdad de los monstruos” : “El lenguaje personal es una forma de resistencia” (9).
LO QUE PARA LOS LOCOS ES PATOLÓGICO o el psiquiatra psiquiatrizado
Creo que ahora tenemos una buena base para comprender no sólo cómo algunos activistas locos lograron revertir la carga estigmatizante que se le ha atribuido a la locura, sino también cuál es la realidad de la locura en la experiencia que tenemos en primera persona.
El investigador en sociología y criminóloga Heidi Rimke define el cuerdismo como “una visión patológica de la locura” (10). Más allá de esta patologización, el lenguaje cotidiano psicocentra la locura. H. Rimke habla de “psicocentrismo” para referirse a la idea de que “las patologías están arraigadas en la mente o el cuerpo del individuo, en lugar de ser producto de estructuras sociales, relaciones y dificultades” (11). En otras palabras, es la idea de que imaginamos la locura como una especie de virus que vampiriza el cerebro de las personas llamadas locas. También es la idea de que la locura se reduce a un monstruo interior estancado que corrompe el interior de las personas locas. Esta visión de las locuras encaja bien con el paradigma médico-psiquiátrico. Porque si la locura se reduce a un virus que perturba el orden neuronal o psíquico, parece legítimo querer hacerla desaparecer y lógico «tratarla» con sustancias que la aniquilan. La mayoría de los activistas locos cuyos trabajos y escritos he leído se oponen a esta visión psicocéntrica de la locura, ya que borra toda una parte de la experiencia cotidiana de la locura. Psicocentrar la locura es eclipsar las razones político-sociales que llevan a algunas personas a volverse locas. Por ejemplo, no se imagina que el sufrimiento relacionado con la locura pueda provenir de la exclusión, la segregación y la estigmatización de las personas locas. Se imagina que si una persona loca sufre, es por su propia culpa. Sisufre, es porque no ha tomado correctamente su medicación. Centrar la locura en la psique oculta nuestra responsabilidad colectiva: creo que gran parte del sufrimiento de la gente loca tiene su origen en la producción social de la locura, no solo en su psique.

También es la opinión de los activistas locos que diseñaron el cartel del que quiero hablarles. Lo encontré navegando por Zinzinzine.net y más tarde lo volví a encontrar en PrimeraVocal.org. No he conseguido localizar el origen exacto de este cartel, supongo que fue ideado por activistas anarquistas locos hispanohablantes. Para ilustrar la idea que las personas locas tienen del patológico, primero tengo que presentarles un último concepto, el de normopatía. Este término, utilizado por activistas locos, se refiere, por un lado, a la obsesión que tienen los psiquiatras por la normalidad y, por otro, a su tendencia a querer aplicar las normas sin cuestionarlas.Se puede leer: “Los médicos son policías. El brazo armado de un estilo de vida” (12) en un fanzine que se digitalizó por primera vez en el sitio web PrimeraVocal.org en 2017. Es una crítica muy recurrente en los círculos locos, según la cual los psiquiatras serían peones encargados de mantener un orden social específico.
La normopatía puede caracterizarse por el reflejo cuerdista de confundir lo que es normal con lo que es sano o cuerdo. Ya en 1966, el médico crítico Georges Canguilhem escribía en Le Normal et le pathologique (13) (El normal y el patológico) : “Es en relación con una medida considerada válida y deseable — por lo tanto, en relación con una norma — que existe exceso o defecto. Definir lo anormal por el exceso o la falta es reconocer el carácter normativo del estado denominado normal. (...), [este estado normal] es la manifestación de un apego a algún valor”. Por lo tanto, lo que llamamos norma no puede existir sin valores morales asignados. Las personas locas, por su parte, dicen que lo que se ha asignado a lo normal no es necesariamente sano. Sin embargo, se ha decretado tácitamente que lo que es normal es sano, sin cuestionarlo. Por el contrario, la normopatía se refiere a una forma de adaptabilidad enfermiza a las normas, hasta el punto de perder nuestra subjetividad. La normopatía es, por tanto, un concepto que permite pensar en las realidades de las personas llamadas “normales”, es decir, las personas sobreadaptadas a las normas sociales y que se describen moralmente como personas “sanas de mente”. Así, la normopatía no solo se refiere al hecho de ser normal, sino también al conjunto de comportamientos que, en nuestra imaginación, nos remiten a lo que es la normalidad. La normopatía no solo tiene consecuencias cuerdistas, sino que también está relacionada con toda una serie de otras opresiones. Porque el hecho de estar sano de mente (o cuerdo, o ser normal) también remite al desempeño de la cis-heteronormatividad, al desempeño de los estilos de vida blancos, europeos y coloniales. Ser “normal” tiene mucho que ver con actuar con validez, ya sea física, emocional o psíquica. Una de las consecuencias nefastas de la normopatía es que transmite la idea sanista de que la única manera de realizarnos es adaptar nuestra vida cotidiana a las normas sociales.
Finalmente, nos preguntamos: ¿qué es lo patológico para las personas locas, si no es más que la locura? Algunas activistas locas han logrado burlar la lógica psicocéntrica, ya que lo que hay que eliminar ya no son los males individuales ni los síntomas de la locura, sino más bien las opresiones, las dinámicas institucionales y nuestros propios sesgos cuerdistas. Eso es lo que transmite este cartel: “podría estar sufriendo un caso típico de capitalismo”. Se trata de arraigar el mal ya no en el individuo que sufre o en sus síntomas, sino más bien en la fuente de su sufrimiento: la opresión capitalista (y, de manera más general, todas las opresiones sistémicas).
Esta idea recuerda a la del psicoterapeuta institucional catalán François Tosquelles, que defendía la idea de tratar a las instituciones, en lugar de tratar a los pacientes. También estaba a favor de la desinstitucionalización de la locura, es decir, no solo derribar los muros de la psiquiatría, sino también hacer que las locuras coexistieran en la vida cotidiana colectiva. Imaginaba, por ejemplo, modos de cuidado en los que la asimetría entre cuidadores y cuidados fuera difusa (si no abolida), y creía en la idea de que la locura tenía capacidades de autogestión. También escribió: “Lo que haré será meter el psicoanálisis en los manicomios” (14).
Volviendo al cartel, la inversión simbólica de lo patológico por parte de los activistas locos y las activistas locas es interesante porque permite combatir y querer eliminar, no a los individuos locos, sino las opresiones sistémicas. Esta estrategia permite señalar las opresiones sistémicas y las violencias que se derivan de ellas como patologías (enfermedades) e identificarlas como males que hay que combatir. Por lo tanto, ya no corresponde a los individuos adaptarse, ser reparados, para corresponder a las expectativas, los ideales y las exigencias que transmiten las opresiones. Esta interpretación loca del mundo también permite desnaturalizar y desbiologizar el sufrimiento de los locos al reconsiderar la fuente original de los síntomas citados en el póster (sentimientos de aislamiento, soledad, aburrimiento, pérdida de sentido, pensamientos suicidas...). Entonces se comprende que no son solo los individuos locos los que no se adaptan a las normas sociales, sino más bien las normas sociales las que no se adaptan a las necesidades de los locos.
En lugar de nombrar y etiquetar a los marginados o a los neurodisenciados, hay que nombrar las opresiones con el fin de cuidar a las personas marginalizadas. Así es como se creó en 1971 el término “homofobia” (Smith, 1971) (15). El psicopatólogo Sylvain Tousseul señala que, en los años setenta, se produjo un “cambio conceptual de la homosexualidad a la homofobia”. En efecto, mientras que el término “homosexualidad” “permite a los psiquiatras estigmatizar a las personas por su comportamiento sexual” (16), el de “homofobia” “permite a estas personas estigmatizar el miedo que su sexualidad provoca en los psiquiatras y en la población en general” (17). Nombrar la opresión permite identificarla como un mal, con el fin de cortocircuitar sus engranajes.
CONCLUSIÓN
Así, no todas las personas locas ven su locura como un mal que hay que erradicar o hacer desaparecer: la locura es un componente de ciertas individualidades, de ciertos modos de vida, de ciertas percepciones del mundo que no se pueden aislar de las personas que la viven. No pretendo romantizar la locura ni invisibilizar su capital de sufrimiento. Ser una persona loca en un mundo tan normativo, vigilado y rígido es difícil. Con este artículo solo pretendo transmitir las herramientas que he encontrado para poder pensar la locura fuera de una visión eugenista como la que transmite el sanismo. Si la locura solo se ve como una amenaza, resulta justificable querer que desaparezca. Sin embargo, vemos que algunas personas locas crean sus propias normas (a veces individuales, a veces colectivas) y se mantienen fieles a ellas. Aunque las locuras pueden conducir a estilos de vida poco convencionales, no están necesariamente relacionadas con un empobrecimiento del desarrollo personal. La locura no es necesariamente la (única) fuente del sufrimiento de las personas afectadas. Cuando leemos los escritos de personas diagnosticadas con trastornos mentales, nos damos cuenta de que la locura puede ser un terreno enriquecedor que les permite crecer al margen de las normas sociales y morales que los excluyen. Esto implica que reconsideremos y cuestionemos colectivamente los límites de lo que corresponde a las normas médico-biológicas y lo que corresponde a las normas sociales implícitas. Como locas, tenemos mucho que ganar al distinguir la locura de lo patológico.
NOTAS
1) M.WOLFRAME PhebeAnn, « La Folle de l’académie ou, révèler la camisole de force invisible : théoriser et enseigner le sanisme et le privilège normal mental», 2013, Zinzinzine, https://web.archive.org/web/20221207002759/https://www.zinzinzine.net/sainisme-mental-et-privilege-normal-mental.html, consultado el 25 de agosto de 2025.
2) PTICARUS, “ Racines souterraines : visions pour résister à la monoculture et construire la communauté ”, Racines souterraines, consultado el 26 de agosto de 2025.
3) COLLECTIF SOIN SOIN, “ Je vous écris de ceux qui voient des monstres dans le pot de confiture ”, Journal de réflexion sur le soin psychiatrique N°1, 2022, https://soinsoin.fr/, consultado el 26 de agosto de 2025.
4) Ibid.
5) PAM Méliee, CASTOR MAGAZINE, Les “ malades ” réclament leurs droits, Fanzine sur les cultures féministes et LGBTQUIAAP+, 2019.
6) https://shs.cairn.info/, consultado el 26 de agosto de 2025.
7) https://web.archive.org/web/20230727100223/https://www.zinzinzine.net/, consultado el 26 de agosto de 2025.
8) Movimientos disca-queer que tienden a desestigmatizar la forma en que se perciben las realidades de las personas con discapacidad. Se deja de oscilar entre la validez, por un lado, y la discapacidad, por otro, y se las ve como un continuo.
9) PIÉ BALAGUER, Asun «La verdad de los monstruos », https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8204307, consultado el 26 de agosto de 2025.
10) RIMKE Heidi, « Constituer les intériorités transgressives : lectures psychiatriques du XIX siècle sur des corps moralement fous », 2023.
11) RIMKE Heidi, « Mental and Emotional Distress as a social Justice Issue : Beyond psychocentrism », 2016, consultado el 26 de agosto de 2025.
12) ANÓNIMO, En Defensa de la Anormalidad, Zinzinzine, 2019, En défense de, consultado el 26 de agosto de 2025.
13) CANGUILHEM Georges, Le normal et le pathologique, Georges Canguilhem, éditions PUF, 1966, p 32.
14) TOSQUELLES François, traduction de MASÓ Joana, Soigner les institutions, L’arachnéen, 2021, p.76.
15) TOUSSEUL Sylvain, « Petite histoire conceptuelle de l’homosexualité », Psychologie clinique et projective, 2016/1 (n°22), p47-68, Petite histoire conceptuelle de l’homosexualité | Cairn.info, consulté le 23 avril 2025.
16) Ibid.
17) Ibid.
BIBLIOGRAFÍA
ANÓNIMO, En Defensa de la Anormalidad, Zinzinzine, 2019, En défense de.
BOAVENTURA de Sousa Santos, Épistémologies du Sud. Mouvements citoyens et polémique sur la science Paris, Desclée de Brouwer, coll. Solidarité et société, 2016
COLLECTIF SOIN SOIN, « Je vous écris de ceux qui voient des monstres dans le pot de confiture », Journal de réflexion sur le soin psychiatrique N°1, 2022, https://soinsoin.fr/.
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FRICKER Miranda, Epistemic Injustice - Power & the Ethics of Knowing, Oxford, 2009.
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Nota de Cy MORGADO: Muchísimas gracias a Sauce para la relectura post-traducción




