Durante el periodo de la Guerra Civil en Estados Unidos, médicos “regulares u ortodoxos” (que basaban sus tratamientos en el estudio de la anatomía y el examen físico) y médicos “sectarios o irregulares” (que basaban su práctica en una particular medicina que iba desde la homeopatía hasta curas con hierbas), gozaban de la misma popularidad (dada la eficacia de ambos). Ni sangrados ni purgas, ni narcóticos ni alcohol, parecían más eficaces que las medicinas alternativas.
En ese contexto, surgen las “médiums médicas”. Algunas examinan a pacientes en trance; otras extienden sus manos cargadas de fuerza espiritual; otras, usan su estado de clarividencia para ver el interior del cuerpo enfermo. Al igual que el Mesmerismo, el Espiritualismo defendía que individuos en trance podían curar la enfermedad, no por una energía universal magnética, sino por su mediumnidad (canalidad). En Banner of Light, una revista espiritista popular, las médiums ofrecían sus servicios a todo tipo de gente, también sin recursos, gozando de una gran popularidad. Principalmente porque sus tratamientos y medicinas ofrecían opciones más suaves y menos invasivas que los médicos regulares.
En la segunda mitad del XIX, en EE UU, existían dos concepciones a debate sobre la medicina y el cuerpo de las mujeres (y que partían del acuerdo de que la salud de las mujeres era pobre e iba a peor). La “medicina regular” junto con la “ortodoxia protestante” concebían la naturaleza como fuente de problemas que debía ser controlada y “curada”. Si el clero ortodoxo reflejaba el alma humana, especialmente la de la mujer, predispuesta a pecar; los médicos ortodoxos reflejaban el cuerpo humano, particularmente el femenino, pronto a enfermar (Ann Braude). Doctores y pastores coincidían en que la salud enferma, física y espiritual de las mujeres resultaba en desobediencia. La cura, por tanto, debía ser obediencia a una autoridad masculina, frente a las tendencias degenerativas femeninas de cuerpo y alma (las curas “de reposo”). Ambos se oponían a la igualdad de las mujeres, la concebían a contracorriente de sus limitaciones físicas.
Por el contrario, la religión heterodoxa junto con las tradiciones “sectarias” en salud concebían la naturaleza como una aliada en el proceso de sanación. Para ambos, la salud es la condición natural de los seres humanos; y la enfermedad es una falta de armonía espiritual. Las mujeres, por tanto, son naturalmente sanas y la enfermedad es producto de las restricciones artificiales impuestas por la civilización y el patriarcado. Eran las convenciones sociales que imponían matrimonios y partos seguidos sin deseo, ropas con corsés apretados, dietas restrictivas y falta de ejercicio lo que enfermaba a las mujeres. La emancipación de las mujeres para espiritualistas era sana (Ann Braude).
De la misma forma que se defendía el acceso directo a la religión sin intervención de mediadores, tanto espiritualistas como reformadoras del movimiento de salud popular defendían el acceso directo a la salud, sin intervenciones “heroicas” de expertos o médicos regulares. Ambas defendían la extensión de la soberanía individual a lo que una come, viste o a los tratamientos que recibe si enferma. Proponían por ejemplo liberar a las mujeres de ropas incómodas que restringían sus órganos, de teorías médicas que las percibían como débiles y de barreras a su participación en las profesiones sanitarias.
Las principales médiums médicas fueron mujeres. Las espiritualistas no solo defendían que las mujeres eran “naturalmente” sanas, sino que eran más aptas para sanar que los hombres, dada su mayor capacidad para la comunicación espiritual como médiums, su naturaleza para el cuidado y su mayor experiencia con la enfermedad (Ann Braude). Aunque se apoyaban en estereotipos, reivindicaban el papel de las mujeres en la profesión de sanar y apoyaron la entrada de las mujeres en el mundo de la medicina (ya fuera ortodoxa o no). Médiums (oradoras, sufragistas, escritoras, músicas, etc.) importantes en esa época fueron: Achsa W. Sprague, Lizzie Doten, Emma Hardinge Britten, Cora Lodencia Veronica Scott, Laura de Force Gordon.
De hecho, un buen número de espiritualistas estuvieron asociadas a los comienzos de la Woman’s Medical College of Philadelphia, la primera escuela médica de mujeres en EE UU fundada en 1850. De la misma forma que predicadoras en trance fueron uno de los primeros grupos de mujeres en ocupar la plataforma pública (al igual que otras sufragistas, la activista abolicionista Sojourner Truth también fue espiritualista), las médiums médicas estuvieron representadas entre las primeras mujeres en recibir una formación formal en medicina (Ann Braude). Gran parte de la competencia de los médicos regulares por el monopolio del mercado de la salud provenía de mujeres, muchas de las cuales tenían formación. Una amenaza que requería diferentes dispositivos para su eliminación.
“El movimiento de mujeres para la formación médica tenía toda una serie de asociaciones desagradables para los médicos varones regulares. El feminismo, la medicina 'irregular' y el asalto populista a la medicina profesional habían estado unidos al Movimiento de salud popular” (Ehrenreich y English). Las escuelas botánicas y eclécticas recibían con los brazos abiertos a mujeres, de tal forma que la causa feminista y la medicina “irregular” se aliaron.
No obstante, con el fin de siglo, la medicina regular patriarcal se aseguró el monopolio y convirtió en “ilegal” el resto de prácticas. Uno de sus principales argumentos para conseguir su monopolio médico fue la crítica a la presencia de mujeres sanadoras en los movimientos “sectarios”. Unas de sus principales estrategias: definir lo médium como una enfermedad y encerrar a médiums sanadoras en manicomios. Como han señalado Ehrenreich y English, la curación fue asunto de mujeres mientras fue un “servicio vecinal o comunitario”, pero cuando se convirtió en oficio y mercancía, sobraban las médicas en competencia.
Tanto espiritualistas como médicos asociaban las características físicas que conducían a la mediumnidad (canales de comunicación espiritual) con el cuerpo femenino. Pero mientras para los primeros fomentaba una revelación sanadora, para los segundos era visto como una patología (Ann Braude). Los médicos que veían el cuerpo reproductivo de las mujeres como esencialmente enfermo, veían en las médiums (poseedoras de muchas cualidades "femeninas") casos por excelencia de enfermedad. Las médiums, no sólo defendían los derechos de las mujeres (algo que ya las convertía en “invertidas sexuales”), sino que defendían sus conocimientos como sanadoras con métodos y prácticas heterodoxas (que los médicos asociaban con la histeria).
El espiritualismo encontró resonancias claras con las creencias religiosas africanas introducidas por la población esclava del sur, donde tanto la mediumnidad como la posesión espiritual formaban parte de la cultura (Ann Braude). Tanto el rol de los ancestros en la estructura social, como las visitas de “los muertos al reino de los vivos” en formas no patológicas ni peligrosas, eran comunes en espiritualistas y en la cultura afroamericana. Aunque la mayor parte de la población afroamericana no se identificaba con el espiritualismo, iglesias negras recibían a espiritualistas blancas, y espiritualistas coincidían con prácticas de la religión afroamericana. De hecho, sí hubo figuras individuales muy importantes, mujeres negras espiritualistas que introdujeron de forma sincrética su cultura afroamericana. En el Norte, las líderes afroamericanas “shaker” Rebecca Jackson y Rebecca Perot se formaron como médiums y llevaban regularmente sesiones espiritistas en Filadelfia.
Previo al desarrollo y la expansión de la medicina occidental de racionalidad masculina, las prácticas espiritualistas eran consideradas fuentes legítimas de saber y de poder, incluyendo saber y poder sobre la sanación propia y ajena. Con su expansión, la medicina occidental transformó no sólo el sentido de la espiritualidad en patología, sino que inauguró la distinción jerárquica entre quien posee el saber racional sobre los cuerpos y quien queda del lado del “objeto de intervención” (de la brujería, de la locura, de la enfermedad mental...). Se desplazaba así a quienes habían mantenido históricamente autoridad para sanar desde sus propios trances y prácticas: mujeres espiritualistas, médiums, brujas, chamanas, hechiceras...
Referencias bibliográficas:
Braude, Ann (1989). Radical spirits. Spiritualism and women’s rights in nineteenth-century America. Boston: Beacon Press.
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