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De vómitos y cuerdas vocales

Grecia

Más que imaginar que escucho voces me imagino constantemente no teniendo voz.

Sin poder hablar. Será que el silencio ha sido parte importante de mi vida.

Tan interiorizado que hasta me infringí daño interno para/por no poder hablar,

por haberlo intentado y haber obtenido como respuesta no sólo el silencio de los otros, sino la demanda de guardar más silencio.

“No digas nada”

“Es un delito”

“Este secreto lo llevaremos a la tumba”

No hablar y no escuchar nada al respecto.

Años y años de introducir los dedos en el esófago para expulsar el exceso autoinducido de comida;

comida que no alimentaba pero sí contenía, calmaba, satisfacía.

Un ciclo de atracón-purga que bien actuaba como trance-sanción.

Momento de desencuentro con el mundo y al mismo tiempo de encuentro y equilibrio;

momento de pausa, de liberación, de desconecte, de anestesia.

Pero duraba poco.

Luego luego te enfrentas a la realidad que quieres evitar.

Y entonces vuelves a sentir el dolor en el esófago y ese carraspeo que te hace saber que te has lesionado la cuerda vocal.

Pero tu vocal sigue cuerda.

Al parecer, no así tu cabeza.

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Orgullo Loco 2019. Barcelona.

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