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"Me volviste loca": luz de gas (gaslight) e injusticia epistémica

“Para mí tú trataste de matar mi mente. Me volviste loca. ‘Estúpida como animal’, me dijiste. Y ahora tú estás indefenso y yo estoy loca”

- Bella


Escena de la película "Gaslight". Dibujo de Grecia Guzmán Martínez

El término “gaslight” o “luz de gas” se utiliza para nombrar la violencia, abuso o maltrato psicológico y emocional que ocurre a través del descrédito. Es decir, hace referencia a los momentos en que una persona que está en una situación de poder o autoridad frente otra persona, hace creer a esa otra persona que lo que experimenta es mentira, es una exageración, o es simplemente producto de su imaginación. Dicho de otro modo, es una manera de negar constantemente la realidad y experiencia de alguien más. Se trata, en este sentido, de una forma de “injusticia epistémica” (Miranda Ficker), en tanto se deslegitima sistemáticamente el conocimiento y la experiencia de quien se encuentra en una situación de desigualdad o de opresión. Se le llama “Gaslight” por una película del año 1944 dirigida por George Cuckor y protagonizada por Ingrid Berman y Charles Boyer (Luz que agoniza en España y Luz de gas en Latinoamérica). Es una adaptación cinematográfica de una obra de teatro homónima dirigida por el novelista británico Patrick Hamilton en 1938. Entre otras cosas, el término se popularizó en los 90’s, a partir de un libro llamado Gaslighting: how to drive your enemies crazy, de Victor Santoro, donde se describe el acto de “volver loco a alguien” como un arma de guerra psicológica. En la película, Bella, una mujer burguesa recién heredera de la mansión de su abuela, comienza a vivir allí con Paul, su marido. Pronto, Bella empieza a escuchar voces y distintos sonidos dentro de la casa, así como a percibir muchos cambios en las luces de gas de su habitación, sin que aparentemente alguien los provocase. Al manifestar su preocupación, Paul pone en duda constantemente su relato hasta convencerla de que en realidad está enloqueciendo. Respecto al uso del término ha habido algunos debates. Tal como ha explicado Pamela Palenciano, el uso extendido y generalizado de “luces de gas” puede tener como efecto difuminar la gravedad de la violencia psicológica al no nombrarla por como tal. No obstante, tal como ha señalado Andrea LP, esta minimización de la violencia psicológica tiende a ocurrir independientemente del término que se utilice para nombrarla, sobre todo frente a otras formas de violencia, por ejemplo física. En este último sentido, “gaslight” o “luces de gas” podría ser una herramienta para visibilizar esta forma de abuso o violencia, y así mismo, puede ayudar a especificar de qué maneras opera. En esta entrada destacaremos específicamente cómo el término “gaslight” puede hacer posible analizar la continuidad entre la locura y las violencias de la injusticia epistémica, y denunciar la constante puesta en duda de las experiencias locas. A lo largo de 1 hora y 24 minutos que dura la película, Paul, un varón de apariencia burguesa y refinada, se encarga de convencer a Bella de su propia locura a través de múltiples vías. Por ejemplo, haciéndola creer que hay cosas que desaparecen porque ella las pierde sin ser consciente de ello (cuando en realidad, quien las desaparece a propósito es él); o minimizando distintas formas de humillación y descrédito que Paul ejerce sobre ella en público; o haciéndole pensar constantemente que es producto de su imaginación el hecho de que coquetea con una de las mujeres que trabaja en su casa como empleada doméstica. En lo cotidiano y de maneras más o menos sutiles, Paul le recuerda a Bella una y otra vez que hace las cosas mal, que “es tonta” y/o que está loca. Luego de verse acorralada en sus argumentos, en un contexto de supremacismo patriarcal, a Bella no le queda otra opción que desconfiar de sí misma. Por cada acusación termina disculpándose y, como en una profecía autocumplida, cede a la autoridad de su marido. Tarde o temprano, Bella llega a sentirse y considerarse a sí misma como si estuviera realmente enferma, así como se convence de que Paul es buena persona y quiere lo mejor para ella. A la usanza de las curas de reposo de la época victoriana, el encierro del “ángel del hogar” que describe Virginia Woolf o Charlotte Perkins Gilman en El empapelado amarillo, Bella termina encontrándose reclusa en su propio hogar por prescripción de su marido: Paul: Mi único deseo ha sido siempre que te recuperes Bella: Debo irme de aquí, nunca estaré bien mientras siga en esta casa Paul: ¿Sabes lo único que es bueno para ti? La tranquilidad y el silencio Tal como puede apreciarse en las biografías de otras mujeres encerradas en manicomios por sus maridos (véase Elizabeth Packard), o en otras películas donde se muestran violencias psicológicas y epistémicas similares (como en “El Intercambio”), Bella se encuentra constantemente bajo la amenaza del trío: Patriarcado - Medicina moderno/colonial - Sistema de justicia, que le recuerda la posibilidad de ser considerada “un peligro” y entonces acabar tras las paredes de un manicomio: Paul: Ten cuidado con lo que haces … estás loca, criatura desgraciada ¡Y empeorarás hasta que mueras,

delirando en un manicomio! Paul: ¡No solo estás loca, eres peligrosa! Verás a un doctor Bella: No Paul: Verás a un doctor mañana por la mañana En este sentido, Paul representa no solo la autoridad masculina y adulta blanca, burguesa, cisheteropatriarcal, sino también, encarna la norma o el modelo de cordura y racionalidad en la lógica moderno/colonial de la salud mental. Una y otra vez es él quien tiene la razón. Bella, en cambio, representa el modelo tradicional y hegemónico de feminidad blanco burguesa, asociado constantemente con la fragilidad y amenazado de enloquecer, tanto si sigue las normas patriarcales como si las desafía. Mientras avanza la película, vecinos y conocidos de Bella sospechan que algo no anda bien. Le dicen: “La está enloqueciendo lenta y metódicamente. Porque casi accidentalmente usted descubrió su identidad y eso

la hace peligrosa para él. No podría deshacerse de usted por temor a una investigación. Así que la enloquece

para desacreditar cualquier cosa que diga, como los desvaríos de una lunática”. De esta forma, podemos ver en el filme por lo menos dos cuestiones relevantes en cuanto al descrédito y su asociación con la locura. Por un lado, cómo la locura en tanto experiencia humana ha sido históricamente deslegitimada como forma de conocimiento y de saber, lo cual ha llevado a considerarla un residuo desvariante digno de descrédito y de distintas formas de violencia. Por otro lado, cómo, por la misma razón, la locura ha resultado históricamente instrumental en la subordinación patriarcal de las mujeres, así como en distintas lógicas de subordinación/opresión moderno/coloniales. Si la locura es desacreditable, considerar a las mujeres “locas” es conveniente para mantenerlas en su rol. Pero, la denuncia feminista de la violencia del descrédito no debe limitarse a decir “es injusto que nos hagan luces de gas, ya que no estamos locas”, sino que debe incluir la denuncia de la deslegitimación epistémica de la locura en general, y de las mujeres locas y de les loques en particular. Es decir, desestabilizar la instrumentalización de la locura en la subordinación patriarcal/moderno colonial, y combatir, al mismo tiempo, la reproducción de las violencias del cuerdismo. Referencias:

  • Ehrenreich, Bárbara y English, Deidre (1990). Por su propio bien. Taurus: Madrid

  • Fciker, Miranda (2017). Injusticia epistémica. Herder Editorial: Barcelona

  • McKinnon, Rachel (2017). Allies Behaving Badly. Gaslighting as epistemic injustice. En James Kidd, Ian, et. al. The Routledge Handbook of Epistemic Injustice. Taylor and Francis: UK. Recuperado de: https://bit.ly/3hTr2IQ

  • Wolf, Virginia (2019). Profesiones para las mujeres. School of feminism.


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Orgullo Loco 2019. Barcelona.

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