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Memorias de abajo: culpa e injusticia desde un cuerpo-cosmos



Durante el mes de agosto de 1943, Leonora Carrington (reconocida escritora y pintora del surrealismo) revivió sus encuentros con la guerra, el amor, la locura y el manicomio escribiendo cinco Memorias de abajo. Cuenta en retrospectiva sus experiencias durante los inicios de la segunda guerra mundial, así como los años de encierro que pasó en un manicomio en Santander (España). Escribe una memoria por día, empezando por el lunes 23 y terminando el viernes 27 de agosto de 1940.


Lejos de limitarse a exponer una trayectoria de experiencias personales, a través de sus relatos Leonora da cuenta del agarrotamiento de una sociedad con olor a muerte. Agarrotamiento que se expresaba en su propio cuerpo y, a partir de éste, en los objetos del mundo. Sensación de unión que confirmaba su identificación con el exterior y la destinaba a vivir entre la culpa, la responsabilidad y el poder sobre el universo y sobre los sistemas solares ajenos. Historias de despojo y destrucción que se inscribieron en los cuerpos; en un cuerpo-territorio (diría Rita Segato) o un estómago-reflejo de la guerra y la injusticia social. Las metáforas con las que Leonora rememora el escenario bélico y el encierro psiquiátrico son de una potencia política que transmite el impacto de la tortura y la crueldad del genocidio en los cuerpos de las mujeres. Cuerpos territorios en donde la deshumanización se manifiesta y al mismo tiempo se purga y se transforma.


Se trata de cinco memorias contadas a través de metáforas que expresan la angustia unida dolorosamente al cuerpo de una joven inglesa bien educada que saltaba de roca en roca. Cuerpo que dejaba ya de obedecer las fórmulas de la (androcéntrica) y limitada Razón. Andares errantes por fuera de los límites, o extravagancias, que eran comprendidas como signo de “inestabilidad mental”. Lúcidas historias de rebeldía castigada y sostenida entre pabellones, médicos y celadores de bóvedas tan reales como imaginarias. Como otras locas, para librarse del encierro, Leonora recurre al performance de género que la hiciera pasar por "buena mujer", por "mujer cuerda".

Intentando respetar la literalidad de sus propios relatos, metáforas y recuerdos, presentamos una selección de fragmentos de las Memorias de abajo.


Lunes 23:


Empiezo, por tanto, en el momento en que se llevaron a Max por segunda vez a un campo de concentración, escoltado por un gendarme que portaba un fusil (mayo de 1940). Yo vivia en Sant-Martin-d'Ardèche. Estuve llorando varias horas en el pueblo; luego volví a mi casa donde me pasé 24 horas provocándome vómitos con azahar, interrumpidos por una pequeña siesta. Esperaba aliviar mis sufrimientos con estos espasmos que me sacudían el estómago como terremotos. Ahora sé que esta no era sino una de esas razones de estos vómitos: había visto la injusticia de la sociedad, primero quería limpiarme yo misma, y luego ir más allá de su brutal ineptitud. Mi estómago era el lugar donde se asentaba la sociedad, pero también era el punto donde me unía con todos los elementos de la tierra. Era el espejo de la tierra, cuyo reflejo es tan real como la persona reflejada. Tenía que reflejar de ese espejo -mi estómago- las espesas capas de suciedad (las fórmulas aceptadas que lo empañaban), a fin de que se reflejase clara y fielmente la tierra; y cuando digo "la tierra" me refiero, como es natural, a todas las tierras, estrellas y soles del cielo que hay sobre la tierra, así como todas las estrellas, soles y tierras del sistema solar de los microbios.


Martes 24

Intenté comprender dónde estaba y por qué me encontraba allí ¿era un hospital o un campo de concentración? Hice preguntas a la enfermera, probablemente incoherentes; casi todas sus respuestas fueron negativas, en inglés, con un desagradable acento americano. Más tarde me enteré de que se llamaba Aseguardo, que era alemana, de Hamburgo, y que había vivido mucho tiempo en Nueva York [...] Sujeta por las correas dije muy cortésmente a frau Aseguardo: "desáteme, por favor". Ella dijo con recelo: "¿va a ser buena?". Me sorprendió tanto su pregunta que me quedé desconcertada por unos momentos, incapaz de articular una respuesta. ¡Yo no quería otra cosa que ser buena con el mundo entero, y aquí estaba, atada como un animal salvaje! No podía entenderlo y no tenía el menor recuerdo de mis actos de violencia; todo parecía ser una estúpida injusticia que solo parecía explicarme atribuyéndola a alguna inclinación maquiavélica de mis guardianes.


Miércoles 23:


Debí dormir unas veinticuatro horas. Me desperté por la mañana; un viejecito vestido de negro me estaba observando; supe que era el amo porque las pupilas de sus ojos claros, como puntas de alfiler, se parecían a las de Ban Ghent y a las de don Luis. Era don Mariano Morales. Me habló en francés, muy cortésmente, algo a lo que ya no estaba acostumbrada.

- ¿Así que se siente mejor, mademoiselle?... Ya no veo ante mí a una tigresa, sino a una dama

Parecía conocerme y le estaba expresando mi sorpresa cuando entró don Luis en la habitación y dijo: "Este es mi padre".

Don Mariano ordenó que me desataran y me llevasen al solario de Covadonga. Podían hacer lo que quisieran conmigo: me mostré obediente como un buey.


Jueves 26:


Creí que estaba siendo sometida a torturas purificadoras, a fin de poder alcanzar el Saber Absoluto, momento a partir del cual podría vivir en Abajo. Ese pabellón era para mí la Tierra, el Mundo Real, el Paraíso, el Edén, Jerusalén. Don Luis y Don Mariano eran Dios y su hijo. Pensaba que eran judíos; pensaba que yo, una celta y aria sajona soportaba estos sufrimientos para vengar a los judíos por las persecuciones a que estaban sometidos. Más tarde, alcanzada la plena lucidez, iría a Abajo en calidad de tercera persona de la Trinidad. Creía que, por acción de sol, era andrógina, la Luna, el Espíritu Santo, una gitana, una acróbata, Leonora Carrington, y mujer. También estaba destinada a ser, más adelante, Isabel de Inglaterra. Era yo quien revelaba religiones y llevaba sobre los hombros la libertad y los pecados de la tierra transformados en Saber, la unión del Hombre y la Mujer con Dios y el Cosmos, todos iguales entre sí. Ya no me parecía que la hinchazón de mi muslo izquierdo formara parte de mi cuerpo: se había convertido en un sol en el lado izquierdo de la luna; todas mis danzas y giros en el solario tenían ese bulto como eje. Ya no dolía, porque lo sentía integrado en el Sol.


Viernes 27:


Una mañana, don Luis me aconsejó que empezara a leer. Dio a frau Aseguardo una lista de libros y le dijo que me llevara a una librería. Me sentí tranquila y contentísima ante la cantidad de libros, entre los que esperaba que me dejaran elegir libremente. Pero noté que mi mano iba en dirección contraria a lo que yo pretendía, y cogía libros que yo no deseaba en absoluto leer. En ese momento me di cuenta de que tenía a frau Asegurado de pie detrás de mí; me pareció que era como una aspiradora. Cada vez que cogía un libro de los estantes, me preocupaba de consultar la lista, esperando que su título no figurara en ella; pero, invariablemente, allí estaba. Le pedí que dejara en paz mi cerebro, reivindiqué la libertad de mi mente. Volví a casa furiosa. Frau Aseguardo se mantuvo impasible, inconmovible, como apartada de la escena. Tan pronto como llegué, apareció don Luis por mi habitación. Le dije a gritos: "¡No admito su fuerza, el poder de ninguno de ustedes, sobre mí! Quiero ser libre para obrar y pensar; ¡odio y rechazo sus fuerzas hipnóticas!". Me cogió del brazo y me llevó a un pabellón que no se utilizaba.

-Aquí yo soy el amo.

-Yo no soy ninguna propiedad de su casa. También tengo mis pensamientos personales y mi valor particular. No le pertenezco a usted.

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Orgullo Loco 2019. Barcelona.

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