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Seguimos orgulloses una década después


Imagen de una playa de día, la arena tiene distintas tonalidades y el mar se nota en calma
Playa El Quisco, Litoral Central, 2024. Autoría de Beatriz.

Luna Magnolia



Este texto fue presentado en el Seminario: “10 años del Orgullo Loco en Chile: Memorias colectivas, activismos y resistencias”, realizado el 28 de noviembre de 2024 en el Auditorio Pedro Ortiz de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. La actividad fue organizada por el Centro de Estudios Locos y el Programa Psicología Social de la Memoria. A inicios de 2025, lo revisé y mejoré con el objetivo de publicarlo.




Cuando fui invitada a este encuentro, pensé como activista en redactar mi visión política actual sobre el orgullo loco en su versión chilena. Luego, consideré que sería un mejor aporte, como antropóloga, centrarme en el activismo, exponiendo un mapeo de los relatos y repertorios de las organizaciones que componen el movimiento, como base para construir nuestras contramemorias. Finalmente, decidí que mi intervención sería desde mi propia experiencia, porque ella es el corazón del orgullo loco[1].


Hoy no represento a ningún colectivo; estoy aquí como una integrante parte de este precioso movimiento que, paradójicamente, está en peligro en estos tiempos de crisis de la salud mental. Este es un momento histórico y discursivo que está permitiendo un ensanchamiento de este paradigma, de su poder y legitimidad en la sociedad.


Hace diez años no tenía conciencia de que era una sobreviviente de la psiquiatría, a pesar de haber vivido una desinstitucionalización por voluntad propia: dejé la medicación, me desintoxiqué, abandoné las sesiones con mi último psiquiatra y comencé a cuestionar los diagnósticos que había interiorizado. Hoy me posiciono desde lugares críticos al sistema, siendo uno de ellos el activismo loco.


Este tránsito de "víctima" a "sujeta política" se lo atribuyo en gran parte al movimiento del orgullo loco de Chile.


En esta última década, estas redes han tejido experiencias organizativas separatistas, muchas de las cuales desaparecieron, se fracturaron o permanecen en silencio, pero también han desarrollado una "lengua propia", alejada de las categorías biologicistas y patologizadoras de las disciplinas psi, que han cambiado la vida a diversas personas que hemos sido rotuladas por un “diagnóstico” y que deseábamos subvertir esta condición impuesta.


Tanto la organización como el lenguaje del movimiento loco han producido una metamorfosis no solo en mi vida, sino también en la de mi familia, que vivió el dolor, la culpa y el endeudamiento provocados por mi psiquiatrización temprana. En palabras sencillas y profundas, el movimiento del orgullo loco trajo a nuestras vidas una forma de sanación o, más bien, de "reparación".


El orgullo loco no solo es un movimiento, es una lucha por la vida que pone en el centro la crítica al cuerdismo y capacitismo, entendidos en su relación con las matrices del capitalismo, el heteropatriarcado y el colonialismo. Además, denuncia la tan negada violencia psi. Nos hace preguntarnos ¿cómo puede dañarnos un sistema de salud que supuestamente está diseñado para aliviarnos y cuidarnos?


Al ser un movimiento en primera persona, el orgullo loco construye su narrativa a contrapelo: deslegitima las bases biologicistas de nuestras experiencias, lo cual, en sí mismo, es un acto de rebeldía. Y lo hace no solo como respuesta a las disciplinas psi, sino también al hábito social de patologizar las subjetividades presentes en la vida cotidiana, incluso entre quienes nunca han estudiado estas disciplinas.


El movimiento se caracteriza por su dimensión política y, al mismo tiempo, afectiva; es una mezcla de organización, acción colectiva y grupos de apoyo mutuo. Sin embargo, enfrenta tensiones y contradicciones que debemos abordar con urgencia, ya que, de lo contrario, corremos un nuevo riesgo: desarticularnos como tejido heterogéneo y terminar siendo loques disperses entre espacios comunitarios, institucionales o de “nanai terapia”[2], sin construir desde abajo, con paciencia, horizontalidad y con perspectiva micro y macropolítica radical.


El carácter separatista y autónomo del movimiento respecto del Estado y los dispositivos de salud mental es, para algunas personas, una dimensión llamativa; para otras, carece de sentido; y para quienes han estudiado como activistas la historia de los movimientos de exusuaries y sobrevivientes psi, resulta lógico. Y sí, abrir espacios y militancias en autonomía para reconocernos como sujetes es una clave y fortaleza, es una forma de existencia y resistencia. Esto plantea una tensión constante: la cooptación de nuestras luchas por profesionales psi progresistas o críticos. No obstante, esto no implica que no podamos establecer alianzas políticas y amorosas de las cuales podamos construir movimientos fuertes y sostenibles.


La despatriarcalización y la descolonización son necesarias para sostener nuestras luchas y organizaciones, especialmente en cuanto a prácticas, relaciones, liderazgos y la instalación de narrativas. Esto debe articularse con discusiones como la colonialidad de la cordura y las demandas coyunturales. Por ejemplo, el movimiento loco propone el cierre de los manicomios, pero ¿quién se hará cargo del cuidado de les loques? ¿seguirán siendo principalmente las mujeres?


Además, debemos evitar las dinámicas punitivistas y capacitistas en nombre de la "radicalidad" del movimiento de las locuras. Estas lógicas no abogan por la vida ni por la restauración colectiva de las víctimas y sobrevivientes, ni alimentan la esperanza en la transformación personal y comunitaria.


No es posible que todes tengamos diagnósticos, que naturalicemos el sistema psi sin cuestionamientos y que perpetuemos un miedo a la locura. Este miedo es muy distinto de los traumas impuestos por la herida colonial, patriarcal y capitalista. Es urgente abrir las jaulas, en todos los sentidos.


El orgullo loco no solo es un movimiento de resistencia; es también un espacio de creación sin límites ni fronteras. Este movimiento nos permite compartir como potencia, romper el silencio y el aislamiento que se impone al malestar subjetivo y a la locura, para tejer otros vínculos inimaginables fuera del sistema psi.


Cuando podamos realizar procesos organizados de construcción de memorias de nuestro movimiento, iniciaremos la recuperación de nuestras voces, existencias, estrategias organizacionales y entramados de cuerpos que resisten. Como dijo Alejandra Álvarez, artista del performance e integrante del Círculo de Feminismo Loco Latinoamericano (2019-2021) y nieta de Petronila Infantes: “Somos agua, somos mar, no podemos ser capturadas”.


Larga vida al orgullo loco de Chile y a todas las personas quienes han dado su energía, tiempo y resistencia, enfrentando los cuestionamientos de la academia, las instituciones psi, sus propias familias y el culto del discurso de la "enfermedad" y de los "trastornos mentales".


Gracias por construir nuevos lenguajes y prácticas desde nuestras memorias, desde la antipsiquiatría, los estudios locos y los movimientos en primera persona. Este activismo, que amo profundamente, nos abrió la posibilidad de habitar el mundo desde nuestras locuras, con todas sus intensidades y contradicciones frente a un neoliberalismo que tiene a les cuerdos enfermos.


Tenemos la tarea de no perder la acción colectiva de denuncia del uso del electroshock, las esterilizaciones forzadas a las locas y locos, nombrar la violencia sistémica de los manicomios físicos y químicos para terminar con ellos, visibilizar las millonarias ganancias de las industrias farmacéuticas a costa de la psiquiatrización y psicologización de la vida -que no es inocua- y problematizar la patologización del malestar subjetivo en el contexto neoliberal, patriarcal y neocolonial que tiene consecuencias devastadoras para el reto de retejer los lazos comunitarios aun asumiendo las complejidades e incertidumbres.


Y que quede claro: este activismo nos deja crear y soñar utopías, esas mismas que son tan mal vistas, pero que son primarias para resistir y evitar que vuelvan las cacerías de brujas y de locas.



Afice que tiene por título !10 años del Orgullo Loco en Chile: Memorias colectivas, activismos y resistencias. Al centro hay una imagen de una cabeza color amarillo con distintos cuerpos que salen de la parte superior de la misma. Son cuerpos diversos y de diferentes colores, formas y tamaños. Abaho dice: Expositores: Rodrigo Fredes González. Activista, colectivo "Locos por nuestros derechos", Beatriz Barra Ortiz. Antropóloga y activista, exintegrante del Círculo de Feminismo Loco Latinoamericano. Roberto Fernández Droguett. Académico, FACSO U. de Chile. Jueves 28 de noviembre 18:30 hrs. Auditorio Pedro Ortiz. Facultad de Cx. Sociales. Universidad de Chile. Av. Ignacio Carrera Pinto. Nº 1045, Ñuñoa. Entrada Liberada. Organiza: Centro de estudios locos y Programa de psicologia social de la memoria
Afiche del evento

[1] Reconozco a varios colectivos que podemos inscribir en esta propuesta crítica tales como: Autogestión Libremente, No es lo mismo ser Loca que Loco, Locos por nuestros Derechos, Locooperativa, Centro de Estudios Locos, Cátedra Libre Franco Basaglia, Orgullo Loco Chile y la Granja Loca.


[2] En Chile, "nanai" es una expresión de cariño y ternura. En ese contexto, con el auge de los dispositivos de salud mental comunitarios, desde el Orgullo Loco hemos observado la emergencia de profesionales psi que utilizan nuevas estrategias terapéuticas basadas en el afecto con les usuaries. Sin embargo, estas prácticas, lamentablemente, no logran subvertir las relaciones paternalistas entre profesionales y loques. El problema de este tipo de terapia es que tiende a despolitizar la lucha del orgullo loco, al sostener que es demasiado política, una postura que puede terminar despojando de agencia a quienes reciben ese cuidado. En cambio, el movimiento orgullo loco promueve las redes de afecto y los cuidados colectivos, pues nuestro interés es potenciar un activismo que acuerpe y genere energías sanadoras, rebeldes y antisistémicas.

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Orgullo Loco 2019. Barcelona.

©2019 Lokapedia

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